En entradas anteriores hemos hablado de las bondades de lo virtual a la hora de enseñar de una vivienda o de mostrar un edificio en vías de ser construido. La conclusión de aquella entrada fue clara; sea en el formato que sea, corren tiempos en donde lo analógico, lo real, ha dado paso tanto por costes como por tiempos a lo digital, a lo virtual.

La tecnología avanza tanto o más rápido de lo que somos capaces de imaginar, y aquellos días en los que se construía un piso piloto para poder enseñar la vivienda hace tiempo que llegaron a su fin. Y no solo eso. Parece que la imagen y video 2D se están dejando a un lado frente a una manera más inmersiva de mostrar las cosas. La realidad virtual.

Sin embrago, llegados a este punto y para evitar malos entendidos, me veo en la obligación de hacer una pequeña aclaración. No todo lo virtual es realidad virtual. Estoy seguro de que todos hemos visto anuncios de eventos o titulares de periódicos tales como: experiencia inmersiva, realidad extendida, aumentada y un largo etcétera de expresiones con gancho para atraer al máximo número de público posible. El problema es, que este tipo de palabras se utilizan muy a la ligera, creando falsas expectativas en el usuario que a la postre no se corresponden con la experiencia. Algo que, ya sea por un mal rato o simplemente una decepción, hace que haya gente que acabe huyendo de este tipo de tecnología.

Una de las más comunes es confundir Realidad Aumentada (AR) con Realidad Virtual (VR). Aunque las dos presuman de experiencia inmersiva, lo cierto es que lo que realmente nos hace vivir una realidad virtual abstrayéndonos del lugar en el que nos encontramos, es la VR. Mientras que, con la AR nos ayudamos de un dispositivo para mezclar la realidad con elementos virtuales que vemos a través del mismo, en VR el visor nos transporta a un mundo diferente que lo más probable es que no tenga nada que ver con el que nos encontramos en ese preciso instante. Esto es; en AR el escenario de la experiencia es el lugar en el que nos encontramos, la habitación o sala que nos rodea y que es la que vemos gracias a nuestros propios ojos, y a través de un dispositivo con cámara y pantalla en el que proyectar una imagen, vemos elementos que en cierto modo se integran en la realidad. En VR, sin embargo, la sensación de inmersión es total, puesto que, gracias a las gafas de realidad virtual, nos olvidamos del lugar en el que estamos y nos transportamos a un escenario que nada tiene que ver con la realidad.

Es por eso que, esta tecnología es perfecta para realizar de manera digital ese piso piloto que hace tiempo que dejamos de construir. Y no solo eso; a través de diferentes métodos de interacción con la experiencia, podemos realizar cambios tanto de materiales y acabados, como de mobiliario a tiempo real y ver diferentes opciones mientras que nos encontramos dentro de la vivienda y somos plenamente conscientes de las dimensiones de la misma.

Teniendo esto en cuenta, y para que la experiencia del usuario sea completa y plenamente satisfactoria, no se debe olvidar que la persona que se coloca unas gafas de realidad virtual, de golpe, se encuentra en una realidad diferente. En ciertas personas, esto puede hacer que se sienta vulnerable o violentada, por lo que tan importante como la experiencia en sí, es crear un ambiente en el que se sienta cómoda y explicar de manera adecuada los controladores y pasos a seguir de la experiencia virtual.

Markel Azkona

Markel Azkona

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